Todo fin de año trae al debate público la discusión sobre el aumento del salario mínimo. Y pareciera que fuera un pulso entre empleador y trabajador, entre patrón y ciudadano. En realidad, debería tratarse de una ecuación que busque el equilibrio para que el costo de producción de los primeros mantenga viable la seguridad económica de los segundos, que puedan mantener el poder adquisitivo el mayor tiempo posible en el año siguiente. Es un cálculo de productividad e inflación para beneficio de la economía y de todos.

Más allá del tire y afloje se requiere una discusión sensata que evite que el país se deje tentar por el populismo (sobre todo en tiempos electorales), dar a los asalariados la posibilidad de que su sueldo no se esfume con la inflación ni se pierdan puestos de trabajo con las tasas de desempleo que tenemos y evitemos enviar más personas a la informalidad, sin protección social para ellos ni sus familias.

Para esos millones de desprotegidos habría que buscar soluciones, plantear una reforma laboral que provea estímulos y medidas sostenibles a la generación de empleo y formalización, para evitar camisas de fuerza que dificulten la contratación y el crecimiento económico, que se den las condiciones para la consolidación de un marco legal flexible, sensato, que provea de forma eficiente diversas alternativas de contratar, que propicie los incentivos correctos y que el Estado, cumpliendo con su deber social, garantice que los trabajadores cuenten con salarios justos y de esta forma se estimule el crecimiento, el bienestar y la competitividad para nuestro país.

Se trata de garantizar equilibrio, estabilidad económica, poder adquisitivo y capacidad productiva. De nada sirve un aumento muy generoso como el que proponen algunos candidatos, si este produce el efecto contrario y aumentan, por consiguiente, los índices de desempleo. Necesitamos un acuerdo que nos garantice a todos un año transitable y sin sobresaltos.

Y si bien estamos viendo la luz al final del túnel de la pandemia, los fantasmas de nuevas cepas del virus siguen rondando, a tal punto que en las últimas semanas las bolsas de valores se desplomaron, los países prendieron todas las alarmas y el cierre de fronteras vuelve a amenazar el comercio y el turismo mundial.

Es por ello que las conversaciones para establecer el salario mínimo de 2022 deben estar enmarcadas hacia la consolidación de la recuperación económica, el cuidado de las variables macroeconómicas y especialmente en evitar una espiral inflacionaria.

Es momento de poner sobre la mesa fórmulas novedosas de empleabilidad y remuneración, responder a las nuevas necesidades de las industrias, como la flexibilización laboral, los incentivos para la creación de empleo, la ampliación de la cobertura del ámbito digital y el uso de tecnología.

Además, promover de manera decidida la formación con calidad y pertinencia, acorde con los requerimientos de las empresas que hoy les es difícil encontrar el talento capacitado para las labores que requieren, dificultando la inserción a las cadenas globales de valor.

La política del salario mínimo debe garantizar el ingreso de los trabajadores y al mismo tiempo propender la creación de empleo, incentivar la formalización y, ante todo, evitar ser un factor de destrucción de empleo: un ejercicio de sensatez y realismo.

Fuente: La República

Tomado de: https://www.larepublica.co/analisis/maria-claudia-lacouture-402341/sensatez-y-realismo-3272304

Imagen: Tomada canva

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