Colombia ha ratificado todos los tratados internacio-nales vigentes sobre derechos de las mujeres y ha hecho un progreso significativo en la promoción de igualdad de género.

Por: Máría Claudia Lacouture, directora ejecutiva AmCham Colombia 

Hemos avanzado mucho en la conquista de los derechos de las mujeres y en el reconocimiento del papel que ejercen en la sociedad, pero quedan barreras por superar dentro de nosotras mismas. Tenemos que reconocer que estamos en un momento en el que ya tenemos una voz, que debemos usarla para obtener la equidad que hace falta y ganar los espacios que merecemos.

Debemos creernos el cuento y sobreponernos a las excusas de que las mujeres no podemos. Es cuestión de espíritu, actitud de persistencia, de convicción de que somos iguales. Tenemos que incorporar en nuestras mentes el chip del sí se puede, comprender que no basta con ser competentes en las posiciones intermedias que hemos ganado en el transcurrir de los siglos.

Hoy las mujeres colombianas tienen una tasa de educación más alta que los hombres y eso no se refleja en el ámbito laboral. Es claro que tenemos un trabajo por delante para dejar un nuevo legado de equidad a nuestros hijos y que en un futuro cercano desaparezca esa notoria minoría femenina en los auditorios de la política, la economía y la empresa.

Afortunadamente Colombia continúa en la búsqueda de su equidad social y de género. En ese sentido el país, sus gobiernos y sus empresarios, han hecho un trabajo excepcional para mejorar las condiciones de las mujeres cabeza de familia, por su salud, su formación, para darles oportunidades de trabajo y posibilidades de formación para desarrollar sustentos diferentes al empleo.
El 52% de los 6,5 millones de desplazados por el conflicto son mujeres.

Mujeres con escasos recursos, con hijos, que sostienen a sus familias y que en los lugares a donde llegan permanecen bajo riesgo. Por eso fue muy importante que en los acuerdos de paz quedara consignado el compromiso de incluir asuntos de género, como el acceso igualitario a la propiedad rural; la búsqueda de un modelo que garantice sus derechos económicos, sociales y culturales; y de la participación femenina en espacios de toma de decisiones y resolución de conflictos.

Colombia ha ratificado todos los tratados internacionales vigentes sobre derechos de las mujeres y ha hecho un progreso significativo en la promoción de igualdad de género que se reflejan, por ejemplo, en los Lineamientos de la Política Pública para la Equidad de Género para las Mujeres y el Plan Integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencias. También la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras tiene disposiciones importantes.

Algunas de las limitaciones surgen de nuestras propias dudas o de la inercia cultural: todavía hay abuelas que ven con recelo que sus nietas se preparen para competir en los terrenos que siempre fueron para los hombres.
Como reflexión post catarsis al universal #Yotambién la invitación es a evolucionar a otro “yo también”: #Yo también uso mi voz, yo también voy a lograr el éxito, voy a ocupar el lugar al que no pudieron llegar las mujeres de otros tiempos. Es momento de dejar atrás el apelativo de “pobrecitas” y utilizar esa voz conquistada para hacernos escuchar con nuestros méritos y fortalezas.

Se cree que hay que ayudar a las mujeres a encontrar su voz, pero no hace falta, ya la tenemos; una voz por la que lucharon y sufrieron millones de mujeres durante la historia, algunas a grito herido y otras cobijabas en su silencio elocuente. Necesitan es que se les anime a usarla.
La lucha por la igualdad no ha terminado, pero la forma de hacerlo comienza a ser diferente.

Publicado en La República, disponible aquí